En las noches de verano, Juan un vecino de Toledo, le gustaba mucho bajar al lado del rio Tajo, y pasear por la vieja vereda de tierra, respirando ese aire limpio junto al sonido de las aguas refrescantes, un alivio al calor extremo que alcanza la ciudad que llega a tener hasta 40º C de temperatura y a veces lo sobrepasa, el era un pintor afamado en la capital y el paseo siempre le inspiraba algo nuevo, todo transcurría como cada noche de estío, hasta que de repente, percibió "algo" que no era usual en esa parte del río, el silencio total, no se oía el salto del agua del molino viejo, ni siquiera las ruidosas gaviotas de otras noches de luna llena. Le extrañó mucho, eso no era normal, de repente una luz enorme y muy potente emergía debajo de un frondoso almendro centenario junto al Tajo, fue tan solo mirar y le sedujo ese brillo dorado, parecía una tremenda cuerda que tirara de el hacia el otro lado atravesando el río, Sin voluntad alguna vio a la mujer mas bella que ojos humanos contemplaran jamas, estaba totalmente desnuda, con cabellos platino radiante y "esculpida" en un talle soberbio, hermosos pechos, y "caderas de guitarra", ojos esmeraldas con unos labios carnosos cual fresas, con un "collar de perlas por dientes" y de tez morena, divina diosa pensó Juan, estaba atravesando el río, aun sin saber nadar, pero como he dicho "algo" tiraba de el, guiándole por la corriente y consiguiendo llegar al lado de tan bella dama. Al verlo no pronunció palabra alguna, tan solo le sonrió e hizo ademan de lanzarle un beso, lo había enamorado por completo, con sus andares, mirando sus bellos glúteos y movimiento contoneante, Juan estaba muy excitado, ella lo invitó moviendo el dedo indice, ya tumbada en la hierba de debajo del viejo almendro. No se lo pensó dos veces se agachó y la beso apasionadamente, ella abrazada le hacia entrega de su mas preciado tesoro, su virginidad, así permanecieron. Se quedaron dormidos, y solo el rugir del agua despertó a Juan que al ir a tocar a su amada vio que no había nadie, estaba solo, la buscó y la buscó, pero todo fue inútil, parecía habérsela tragado el río, de repente y una vez vestido, reparó en una especie de moneda ovalada de color dorado que hacia de pisapapeles, porque debajo de ella había una nota que decía: "Si la guardas seré tuya eternamente, si la dejas donde está ...Nunca me veras en tu vida", ni lo pensó, guardó la moneda y cuentan en la ciudad que de Juan jamás se supo, aunque algunos pescadores de la zona dicen que en noches estrelladas de verano, han llegado a ver a dos figuras luminiscentes debajo del viejo almendro cerca del puente de San Martín. Quien esto escribe si que sabe muy bien que es verdad cuanto estáis leyendo, ya que la nota del ovalo, la encontré yo, deciros que tenéis la suerte de leerlo porque ahora es día, a la noche ya no seré igual, un habitante mas de los muchos peces que habitan el río, esa es mi maldición, cerca del almendro custodio "el alma de los amantes" concentrada en el ovalo del fondo entre las algas y el lodo. Quizás con suerte alguno de vosotros me vea algún día, como "pista" os diré que mi color es cobrizo.
-ISIDORO GÓMEZ GONZÁLEZ-
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